El Premio Sintagma lo creó Manuel García Iborra, en 2007, para destacar el título más recomendable del año. Del que él habla a sus clientes en la la librería de su propiedad (en El Ejido, Almería) y que es la que da nombre al galardón. En la cadena de lectura, desde que el escritor tiene la idea hasta que llega a las manos del lector en forma de libro, el librero juega el papel del que prescribe, literariamente hablando, porque el que acude a él confía en su criterio.
De ahí que este premio destaque el trabajo bien hecho y es lo que opina Manuel García, sobre el autor granadino, Ángel Olgoso
(archivo de audio adjunto)
Esta distinción nació con vocación de independencia, porque no se traduce en cifras millonarias pero sí muy significativas. El librero puede vender de un título que encuentre muy buena acogida entre sus clientes un máximo de 50 ejemplares, en el mejor de los casos. Con el premio Sintagma la venta puede rozar el centenar, según el propio García Iborra que sabe como cualquier buen profesional del ramo que el lector confía en él.
El propio autor explica qué busca provocar en el lector y qué es para él el relato fantástico, género que domina (archivos de audio adjuntos)
No hay nada que inventar ya, ni siquiera los cracs económicos tan propios de la edad moderna, con el capitalismo campando por su respeto, han creado personajes ad hoc. Los bandoleros, como el de Llorenç Capdevila en Serrallonga, el último bandolero (JP Libros), se hacen porque la miseria les conduce a ello.Y así fue en los tiempos de los que habla el autor catalán, los primeros años del siglo XVII.
Llorenç Capdevila hace un retrato de una época en la que los campesinos se echaban al monte (o a los llanos) para delinquir porque progresar era imposible, cuando escaseaba el trabajo robar procuraba el único ingreso económico. Habla también de un tiempo en el que el bandolerismo se asemejaba a un ejército paralelo, el que muchas veces usaban los señores feudales para sus propios fines.
En su novela retrata Capdevila una Barcelona “llena de bandoleros, que ya se mencionaba en El Quijote” y dice el autor que se fija en este personaje por dos motivos muy literarios: su muerte en ejecución pública, atroz y ejemplarizante y la relación amorosa que mantuvo con una joven a la que secuestró y a la que posteriormente convirtió en su pareja de fechorías, a lo Bonnie & Clyde.
En 2007 Fernando Gamboa, viajero que ejerce de ello, publicaba su primera novela: La última cripta. Historias a lo Indi Jones de corte ibérico, que se completaba con el personaje de la chica, atrevida pero sensible y el profesor sabio. Aventuras trufadas con un toque de relación amorosa que dieron como resultado una novela muy bien acogida por la prensa y descubierta por el lector que, con la competencia que hay, es mucho decir para un escritor novel en estas lides porque era un relato bien escrito, con ritmo y sin alharacas.
Después se atrevió a darle un pescozón, literariamente hablando, al gobierno de Guinea con una novela (con título igual al nombre del país), también de aventuras pero vestidas de denuncia que armó revuelo en la red de redes y tuvo al autor perseguido por mails que le llegaban de cualquier rincón del planeta animándole a seguir o preguntándole qué pintaba él en todo eso. Cosas de la red, a uno se le cae una botella cibernética y le llega de nuevo convertida en cualquier cosa.
En la actualidad, Ulises y Casandra, los héroes aventureros de su primer libro no saben si van o vienen, si están en el Amazonas o terminan en Israel y es que su progenitor literario les está dando vida nuevamente en una segunda entrega que terminará antes del verano y que siendo la misma, será diferente porque la pareja todavía tiene historias que vivir en las páginas de una novela. A sus homónimos de la primera entrega les corteja una productora cinematográfica, y parece que los amores están en buen camino. Habrá que esperar novedades.
Estocolmo, estación central es el título de la novela escrita por Anders Roslund y Börge Hellström periodista uno y ex convicto el otro. Una historia enmarcada en el género negro que viene del norte de Europa, donde la violencia es mucho más sib, peilina y fría frente a la visceralidad del sur. La publica Emecé, una editorial que cuenta en su catálogo con algunos títulos verdaderamente interesantes que se asoman a la realidad mirándola a través de un prisma que no siempre es el comercial y que, tal vez por eso, sea atractivo.
En su colección juvenil Edelvives ha recuperado un clásico ruso del XIX y lo ha redescubierto en forma de cómic. Así, en formato de novela gráfica se presentan los relatos La nariz y El retrato, ambos de Nikolái Gógol, interpretados nuevamente con los dibujos de Luis Doyague que acerca el surrealismo de la época a la sociedad de hoy en día. Una novela gráfica para jóvenes, lectores ya formados e inquietos, pero también para adultos que gusten de leer con ojos nuevos los textos del pasado
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