Los trenes nocturnos avanzan en la oscuridad a toda prisa. Atraviesan campos, pueblos, ciudades... y descubren una panorámica rauda, estelas que quedan flotando en el aire, flashes de vidas, imágenes que funden a negro en segundos y se suceden, una tras otra, ofreciendo cada una de ellas una porción de las características propias de su naturaleza. Fragmentos de vida que pasan ante la ventanilla del vagón y que o se retienen en ese momento o escapan de la memoria, incapaz de atraparlos. Son los detalles de los que se hacen los viajes y los que construyen vidas.
Y eso ha hecho el escritor y periodista Víctor Claudín en “Tren de la noche” (HG Editores). Ha confeccionado un tiempo vital hecho con esos detalles, momentos fugaces grabados en una retina invisible. Los ha retenido en los doce relatos que conforman el libro escritos a dentelladas, con muchas frases cortas, rotundas, compuestas de un sujeto, un verbo y un predicado de tal fortaleza que tan solo son necesarias unas cuantas palabras para crear una imagen potente.
Relatos sorprendentes, extraños, descarnados y provistos de un lenguaje que no hace concesiones a lo políticamente correcto y de temática, a veces, onírica; bordeando los submundos que le ponen los límites razonables a la realidad.
No es un libro para leer de tirón. Dice Alfons Cervera, en la contraportada del volumen, que “la escritura dura más que los libros que la acogen” y aunque su autor habrá tardado mucho más en escribirlo de lo que el lector pueda demorarse en leerlo muy probablemente tenderá a volver más de una vez a su lectura para intentar vislumbrar entre sus sombras.
Y eso ha hecho el escritor y periodista Víctor Claudín en “Tren de la noche” (HG Editores). Ha confeccionado un tiempo vital hecho con esos detalles, momentos fugaces grabados en una retina invisible. Los ha retenido en los doce relatos que conforman el libro escritos a dentelladas, con muchas frases cortas, rotundas, compuestas de un sujeto, un verbo y un predicado de tal fortaleza que tan solo son necesarias unas cuantas palabras para crear una imagen potente.
Relatos sorprendentes, extraños, descarnados y provistos de un lenguaje que no hace concesiones a lo políticamente correcto y de temática, a veces, onírica; bordeando los submundos que le ponen los límites razonables a la realidad.
No es un libro para leer de tirón. Dice Alfons Cervera, en la contraportada del volumen, que “la escritura dura más que los libros que la acogen” y aunque su autor habrá tardado mucho más en escribirlo de lo que el lector pueda demorarse en leerlo muy probablemente tenderá a volver más de una vez a su lectura para intentar vislumbrar entre sus sombras.
No hay comentarios:
Publicar un comentario