Cuando después de hacer una entrevista se descubre que hay varios titulares, que proporciona sin saberlo el entrevistado, se plantea un dilema ¿qué es mejor? ¿darle un tono serio a la entrevista?, ¿divertido?, ¿cercano?, ¿desenfadado?... Aunque en el caso de Paco López Mengual es un poco inevitable mezclar todos estos elementos ¿cómo, si no, llegar a la solemnidad de uno de los objetivos de la Ley de la Memoria Histórica recuperando los cuerpos enterrados en las cunetas de cualquier carretera española y a la vez acudir al humor negro para exorcizar dolores pasados pero latentes?
Y el caso es que López Mengual, murciano, mercero, y, además, novelista, lo logra con “El último barco a América” (Temas de Hoy). Una novela refrescante que narra la historia de un pastor de un pueblo perdido de la España rural, en los años de la Guerra Civil, que sueña con emigrar a América pero por el camino se enamora de la viuda de uno de los once fusilados del pueblo que se le aparecen, con los que habla sin obtener respuesta en situaciones surrealistas.
Sus conversaciones con los muertos aumentan a la vez que el amor que siente el joven por la mujer madura en un ambiente de supersticiones, miedo a la policía opresiva y a las delaciones. Y esa posición, la de medium rural, le da una posición de cara a los ojos de sus vecinos que antes ni siquiera le consideraban, pero también le coloca en el punto de mira.
Y, sin embargo, la narración, que aborda una temática tan dura como las venganzas en la guerra, es capaz de desprender ternura porque sus personajes tienen algo de mágico que hacen creíble lo increíble. Y es que el propio autor sigue vendiendo en su mercería familiar escapularios para evitar el mal de ojo a los bebés y vive cerca del monte de Cabezo de Torres (Murcia) que un vecino pintó de azul para alejar al demonio, estas costumbres, extravagancias y otras tradiciones como anunciar por las calles los nombres de los fallecidos del día, apodo incluido, conviven con el día a día de la sociedad actual en la que vive y son las que se cuelan, de alguna forma, en sus relatos.
López Mengual describe su novela como “muy berlanguiana, teniendo como personajes de la novela a espectros que reclaman justicia” por una muerte injusta. “Pero no es una novela panfletaria -dice- no es una historia de buenos y malos ni de tontos y listos. Es un libro, ambientado en los años de la Guerra Civil, diferente porque está contado por un joven aséptico, políticamente hablando, le importa un pepino lo que ocurra con unos u otros”.
Y aborda esa temática porque es un momento de la historia de España que le apasiona y el trasfondo de la novela se centra en los muertos que “siguen incordiando, como lo hace la Ley de la Memoria Histórica por lo que significa. Es un despropósito que siga habiendo cadáveres enterrados en la cuneta de una carretera. Este país tiene que hacer un esfuerzo por encontrar una solución”.
¿Cómo es la vida de un mercero metido a novelista? Paco López Mengual asegura que tiene una doble “personalidad” porque “durante el día soy el amable tendero que vende botones e hilo para bordar y por la noche me lanzo al teclado para vivir las vidas de mis personajes”. Aunque asegura que no piensa abandonar su oficio, herencia familiar que se remonta al siglo XIX.
Asegura el novelista que él solo quería escribir una historia de amor, quería hablar “de la fascinación que siente un muchacho por una mujer madura, pero parece... ¡que se me ha ido la mano!” y reflexiona sobre la literatura que viene de su región, Arturo Pérez Reverte, María Dueñas, Jerónimo Tristante o él mismo. “Siempre dije que a los murcianos nos costaba pasar de Albacete -comenta- pero ya hay varios autores que han salido de esta tierra, en la que no solo hay tomates o ladrillos, también hay literatura” que le permite al lector, en este caso, subirse al último barco “en el que nos podemos embarcar todos los días, cuando nos despertamos, para realizar nuestros sueños”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario