La Literatura, y por añadidura la Cultura, se comparten de muchas maneras. Se puede admirar un cuadro, se puede hablar sobre géneros y libros y se puede leer con y para otros. Son tres ejemplos que simbolizan Quica Ripoll, animadora cultural desde siempre y, en la actualidad, ciccerone de ciudadanos de corta edad; la Asociación Cultural Tiramisú entre libros, que habla de novedades editoriales en torno a un pastel y los padres y madres que disfrutan con sus hijos de alguno de los magníficos álbumes ilustrados que se publican cada año en España. Pasen y vean, mejor dicho: lean.
Sentados en el suelo, un grupo de
niños, rompen la seriedad que se le supone a un museo, antiguamente
lugares en los que reinaban las voces amortiguadas de los murmullos
de los visitantes. Hoy, es normal encontrarse con una visita de
escolares, algunos muy pequeños, que contemplan un cuadro y hacen
todo tipo de preguntas e interpretaciones.
El protagonista de hoy es el grupo que
visita el Reina Sofía, en Madrid, vigilados discretamente por sus
tutoras, y con una guía que es casi una maestra, Quica Ripoll, una
mujer que cuando se jubiló fue incapaz de quedarse en casa y quiso
seguir trabajando, ya de manera voluntaria. Colaboradora de la
Confederación Española de Aulas de la Tercera Edad, una gestora que
distribuye el tiempo de sus asociados entre los centros culturales
más importantes de España y cuyo auditorio serán siempre escolares
de diferentes edades para no entrar en competencia con los guías
profesionales.
Ripoll se toma muy en serio sus visitas
guiadas y ha elegido para la ocasión cinco cuadros: dos Miró, un
Dalí y un Ángeles Santos Torroella, además de la guinda del
pastel: el Guernica de Pablo Picasso. Y los niños que contemplan
trazos, figuras distorsionadas, paletas de colores curiosamente
mezcladas o tonalidades de grises que simbolizan el horror de la
guerra, son capaces de distinguir personas, situaciones y, casi,
hasta sentimientos, los que los autores quisieron plasmar en sus
obras inmortales.
No es una visita de trascendencia, solo
son pequeños de 6 años, que apenas han estado en contacto directo
con el Arte, con mayúsculas, y sin embargo, ante las explicaciones
de Quica Ripoll cuando dice de Miró que fue “reduciendo,
reduciendo tanto que solo pintó lo esencial” o cuando les habla,
ante el Ángelus de Dalí, que el pintor “y su padre se llevaban
un poco mal”, más de un adulto que está cerca hace un disimulado
esfuerzo por seguir sus comentarios. La que toma nota de todo es
Juana Campo, profesora jubilada y voluntaria en prácticas que está
aprendiendo de algunos de los guías voluntarios, para, en breve, ser
ella misma otra más.
Y llega el postre: el Guernica y Ripoll
les dice: “¿Lo conocéis? Y la respuesta es unánime, un sí que
si no se controla se convierte en una algarabía pero que termina en
un grito quedo. Sus profesoras les han hablado ya de la obra del
malagueño. No saben qué es, no saben qué significa pero sí son
conscientes de que es importante y su guía, una afable mujer de pelo
blanco y mucha sabiduría, les confirma: “Hay gente que viaja a
España solo para ver este cuadro y vosotros tenéis la suerte, hoy,
de ver el original. No es una copia, no. Es ¡el auténtico!”.
El clima está creado y los niños, en
parejas y en rigurosa fila, se dirigen a la sala más visitada del
Reina Sofía. Dos guardias de seguridad, acostumbrados a las visitas
de escolares, les contemplan entre divertidos y sabedores de lo que
pasará y Quica desgrana alguno de los significados de la obra, que
si hubo una guerra, que si aquí hay una mujer, y aquello, en aquella
esquina ¿qué os parece que es? y las cabecitas van girando todas a
un tiempo siguiendo las palabras de su particular profesora.
Ha pasado ya una hora y cuarto y uno
dice: “¿Cuándo comemos?” La visita toca a su fin, los pequeños
han aguantado más tiempo del que aguanta más de un adulto. Caminan
alegres camino de los ascensores, atractivos porque van al aire,
recorriendo la columna invisible del museo madrileño que se
convierten en una montaña rusa improvisada para los pequeños. El
grupo con el que monto tiene la suerte de que una visitante, ajena a
nuestra visita, nos conduzca a una planta superior. Y sonríen
divertidos ante la expectativa de bajar, como escaladores en burbujas
de cristal, desde lo más arriba del edificio.
Una excursión cultural en toda regla,
divertida y diferente que puede completarse con algunos de los muchos
títulos que sobre arte hay para primeros lectores como 16
pintores muy, muy importantes ilustrado por Violeta Monreal
y reciente premio CCEI Isabel Niño, de la editorial Bruño,
Juega con el arte (en la editorial SM), Goya y el
dos de Mayo de Fernando Marías (Anaya),
o Arte, mi primer libro
publicado por Everest.
De compartir
también saben los miembros de Tiramisú entre libros. Hace
poco más de un año, un grupo de blogueros, reseñadores, autores y
buenos aficionados a la Literatura se reunieron en torno a la página
web Anika entre libros y al tiramisú, que después
institucionalizó Elena Martínez. De ahí a decidir
formalizar sus encuentros solo hubo un paso, eso sí, siempre en
torno al pastel que convertía las citas literarias en meriendas.
Y como no solo
querían hablar de libros entre amigos, se lanzaron y les propusieron
a los autores que querían escucharles acudir a sus reuniones para
presentar sus últimos trabajos. Así han celebrado jornadas de
terror, con ese elemento como temática literaria, de ciencia
ficción, juveniles e infantiles... Y por sus reuniones han pasado
autores como Santiago García-Clairac, Antonio J. Cuevas, Rafael
Estrada, Javier Ruescas, Judith Bosch, José Antonio Cotrina, Antonio
Martín Morales, Francisco de Paula, Juande Garduño, José Luis
Zapatero y Miguel Aguerralde, entre otros.
Y lo
que en un principio era un grupo de amigos que se conocieron porque
coincidieron en un sitio web escribiendo sobre libros, con el paso
del tiempo y el esfuerzo empleado tanto en darse a conocer como en
ganarse la confianza de algunas librerías como Fnac o
Liberespacio se ha
transformado en una Asociación Cultural que sigue teniendo el
tiramisú como hilo conductor, más bien como pastel a compartir
mientras se comentan las últimas lecturas y se anticipan las
siguientes. En un tono, ante todo, dulce.
Y no hay lectura, y cultura, más
generosa que la que un adulto comparte con un niño. Estudiosos y
especialistas aconsejan a los padres que acostumbren a sus hijos a
convivir con los libros para que tarde o temprano sean ellos mismos
los que los busquen. Y los álbumes ilustrados son los mejores
aliados para crear la afición a la lectura.
Este año que termina han llegado
nuevos tesoros editoriales a los escaparates de las librerías. Tal
vez el más espectacular sea la versión que Rébecca Dautremer
ha hecho de Alicia en el país de las maravillas,
editado por Edelvives. Un libro de coleccionista, que es tanto regalo
para niños como para adultos enamorados de la buena ilustración y
la de la autora francesa roza la excelencia. Esta misma editorial ha
publicado también la obra de un discípulo de la ilustradora gala,
Blancanieves de Benjamin Lacombe, con un dibujo que
recuerda mucho al de su maestra.
Y es que la editorial aragonesa ha
publicado este año, como en anteriores, auténticas joyas editadas
con mimo. Un ejemplo es Te quiero un montón de Alain
Serres y Olivier Tallec,
una historia de amor narrada de forma tan poética que puede
convencer al más escéptico de la existencia del sentimiento más
puro. Un niño se enamora de su vecina, a la que contempla desde su
ventana, y un día se decide a escribirle una carta. Esa misiva
recorre el planeta y tarda años en hacerlo, los mismos que pasan por
ellos, cada uno en su ventana, día tras día, mientras se hacen
ancianos. Hasta que un día, ella le devuelve una sonrisa enmarcada
en un pelo totalmente blanco, la sonrisa que él siempre había
esperado. Para saber el motivo lo mejor es leer el álbum.
Igual
de detallista es Besos que fueron y no fueron
de Roger Olmos y
David Aceituno, en la
editorial Lumen.
Un volumen grande que habla de
los besos de cuento y lo que significan, de los besos futuristas que
es capaz de fabricar una máquina expendedora, de los besos de las
sirenas, de las formas de pedir un beso, de los de las grandes
historias de amor como los de Romeo y Julieta, de los que tienen
superpoderes, de los tímidos y de los perfectos. Si el lector,
después de tener este libro en sus manos, no siente ganas de besar a
alguien...
Y de
sentimientos habla también Quién tiene miedo,
de Pere Vilà y
Sergio Mora (Editorial La
Galera), aunque esta
vez el tema gira en torno a los terrores nocturnos de los niños. Su
lectura, en formato apaisado, ayuda a explicar el miedo a la
oscuridad que sienten los más pequeños una vez que la luz se apaga
y llega la hora de dormir. Una didáctica historia que tiene
respuesta para cada una de las situaciones que plantea Pablo, de
cinco años, que asegura convivir con monstruos ruidosos que se
cuelan en su habitación cada noche.
Y
siguiendo con algunas de las criaturas que más miedo pueden inspirar
en los cuentos infantiles, hay dos apuestas arriesgadas de otros
tantos autores originales siempre en sus planteamientos. La primera,
una versión de Caperucita Roja
del ilustrador Adolfo Serra (Editorial Narval)
que revisita la historia, armándose solo de ilustraciones, el lector
no encontrará ni una sola palabra en todo el álbum, con una visión
que a un adulto puede parecerle fuerte y que, sin embargo, los niños
le demostraron que interiorizaban con absoluta normalidad y lo
hicieron en las presentaciones que el autor celebró este año en
diferentes librerías. Como en anteriores títulos, lo mejor es
echarle un vistazo al libro porque no es tan fiero el lobo como lo
pintan, al menos a los niños no se lo parece.
Y del
mismo animal va Un cuento lleno de lobos
de Roberto Aliaga y
Roger Olmos publicado
por la editorial OQO.
En el que hay lobos por todas partes y en cada una de las páginas
que pasa el lector imaginario del que se habla en el libro. Lobos
tragones, avispados, hambrientos, de oído agudo, de mejor olfato...
con un final tan soprendente como tranquilizador.
Merece
la pena rescatar otros dos títulos más, que no son de este año
pero siguen todavía a la venta. La asombrosa y verdadera historia de un ratón llamado Pérez
de Ana Cristina Herreros
y Violeta Lópiz,
publicado por la editorial Siruela.
Ana Cristina, además de editora, es una inquieta cuentacuentos,
vivaracha y tremendamente comunicativa. Gran estudiosa de las eternas
historias que se transmiten de generación en generación, ha viajado
por diferentes países fijándose siempre en ese tipo de historias y
era cuestión de tiempo que se centrara en el ratón más famoso de
todos los tiempos, con permiso de Mr Mickey Mouse. Y como en todo
buen cuento, su lectura conduce irremediablemente a una bonita
moraleja.
Y
para finalizar, nada mejor que el humor y nada mejor que una
editorial como La Galera para transformar en libro, a mitad de camino
entre el cómic y el álbum ilustrado, la idea que se le ocurrió a
Rafael Ordoñez, que
se acompañó de las ilustraciones de Moni Pérez.
Iolanda Batallé, directora de la editorial catalana La Galera, ha
ido creando un fantástico catálogo, igual que lo han hecho y hacen,
sellos como Kalandraka,
Narval, Hotel
Papel, OQO,
Libros del zorro rojo,
junto al trabajo que vienen haciendo las más veteranas, entre otras:
SM, Edelvives,
Siruela o Lumen.
Y el
libro, Cuentitis, no
podría parecer más “irreverente” a primera vista porque
caricaturizaba todos y cada uno de los cuentos populares más famosos
de la historia, no dejaba personaje sin someter a su fina ironía o
situación a la que sacar fuera de contexto y el resultado es un
hilarante libro porque quién no sonríe con diálogos en el que un
apesadumbrado ogro acude al médico y se encuentra con una
recomendación tipo: “Pues sí. Tres niños al día como mucho, y
olvídese de los gorditos, que le sube mucho el colesterol” o el
que mantiene la bruja con su espejo:
-Va,
porfi...
-Que
no, dice el espejo.
Con
un nuevo ruego, para finalmente obtener como respuesta un categórico:
“Mira, sobre belleza lo que quieras, pero los números de la loto
no te los digo”.
Solo
dos ejemplos de los muchos que aparecen en este título: como el
repaso a Hansel y su sentido de la orientación, los despistes de un
hada que calza a Cenicienta con unas botas y al gato con unos
zapatitos de cristal o la princesa que le reclama tantas cualidades
al sapo (guapo, rico, alto, listo, galante, bailarín...) que éste
desiste y le asegura que solo le gastaba una broma cuando le pedía
un beso para transformarse en príncipe.
Por
último, es imprescindible destacar un libro: Canciones de
Navidad del País de Nunca Jamás
de Santiago A. López Navia,
publicado por Ediciones La Discreta.
Un poemario ilustrado, cuyos protagonistas se inspiran en los
personajes de Peter Pan y proponen una fiestas navideñas
comprometidas, profundas, alejándose de los tópicos. Toda la
recaudación procedente de su venta (15 euros) va destinada
íntegramente a la ONG Acción Alegra que recoge y educa “niños
perdidos” en Togo.
Presentaciones:
Dia 23- Hoyo de
Manzanares (Madrid), espectáculo literario y musical inspirado en el
libro, a las 20h, en el teatro municipal.
Día 29- Soto del Real
(Madrid), recital poético y charla con el autor en la biblioteca
municipal. A las 18h.
Merche Rodríguez (texto y fotos)
Estupendo artículo, lástima no haber estado al tanto para recomendaros con tiempo que echárais un vistazo a "Un poco perdido": http://www.milrazon.es/Libros/un-poco-perdido-Chris-Haughton-a-bit-lost-cuento-del-pequeno-buho.aspx
ResponderEliminarCon este título estrenamos la colección infantil de nuestro catálogo.
Un saludo.
Tiene una pinta estupenda y se presenta como una magnífica forma de estrenar una colección para niños. Estaremos encantados de seguir vuestras novedades.
ResponderEliminarOtro saludo para vosotros.