Juana Vázquez, catedrática de Lengua
y Literatura, firma estos días en la Feria del Libro de Madrid uno
de esos libros imprescindibles para disponer de un buen fondo de
biblioteca: “El Madrid cotidiano del siglo XVIII” publicado en la
colección Ensayo de la Editorial Endymion. O lo que es lo mismo, una
suerte de manual del costumbrismo español pero radicado en Madrid
porque los Borbones eran muy centralistas y después de estar
investigando “seis años en la Biblioteca Nacional, el 80% de los
impresos que encontré aludían a la Villa y Corte”, confiesa la
autora.
Así que se lanzó a buscar palabras
como petimetra, cortejo, estrado, Paseo del Prado... todos ellos
términos del citado siglo y se encontró con las majas y los majos,
con las castizas y los castizos, la moda, el gusto por el
refinamiento y los primeros brotes laicistas, entre otros muchos
descubrimientos que lo son porque el XVIII español no es un siglo
excesivamente visitado ni revisitado. Y descubrió los modos de vida
de los madrileños, no muy diferentes a los de hoy en día, los
grandes palacios de los grandes señores y los minúsculos
alojamientos del pueblo que costaban un potosí y el lenguaje de la
vestimenta e incluso el de los adornos femeninos, como los famosos
lunares de pega que las mujeres de la época lucían en el rostro y
que, como el del abanico, era todo un lenguaje oculto, salvo para los
ojos que sabían interpretar.
Podría ser, en palabras de Juana
Vázquez, la libertad de la que empezaba a hacer gala la mujer (solo
algunas) y que ha llegado hasta nuestros días “incrementadísima,
que como algo incipiente comenzó con los ilustrados”, dice la
escritora que asegura que conservamos mucho de aquellos años, desde
“las prisas hasta los saraos dentro de las casas, las tertulias,
los toros, el amor por los viajes y conocer otras culturas o la
ciencia empírica”.
Y descubre también el Madrid de la
diversión y el del optimismo, que en palabras que recoge de un autor anónimo podría resumirse en
un breve párrafo “¡Oh Madrid! Los otros que te imitan al mismo
tiempo que te critican solo son unas copias ridículas de tus
graciosos usos. Todos quieren imitar la corte como la corte imita a
los extranjeros”.
“Los dieciochescos hallaron en la
razón un mecanismo con el que creían que llegarían a descubir qué
era el mundo, el hombre, de dónde venía, para qué estaba aquí
-asegura Juana Vázquez- Pensaban que el universo era algo así como
un gran libro en el se iban pasando páginas y poco a poco podría ir
leyéndose todo lo intricado del mundo y del hombre”. Es uno de los
descubrimientos de la autora, filóloga y periodista, que constató
durante su investigación que la población del XVIII pensaba que
vivía en el mejor de los mundos. De ellos, hemos heredado su afán
por la innovación y algunas de sus costumbres, pero no su optimismo.
Habrá que inventar un nuevo XVIII.
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