A Mario Vargas Llosa le ha pillado el Nobel de promoción o casi. Porque la noticia se supo un mes antes de su llegada a España para presentar su último trabajo “El sueño del celta” (Alfaguara) y si sus novelas siempre despiertan el interés tanto de lectores como de medios de comunicación, en esta ocasión el anfiteatro de Casa de América se quedó casi pequeño para el protagonista cultural del último trimestre del año que se presentó ante la Prensa por la mañana y ante su público, por la tarde, en los Teatros del Canal (Madrid).
De nacionalidad tanto peruana como española, Vargas Llosa respondió durante más de una hora a las preguntas que perseguían saber cómo se encontraba después de obtener el máximo galardón que un escritor puede recibir, desveló cuáles son sus aficiones preferidas: el cine, la música y la amistad y confesó que toda su vida gravita alrededor de su trabajo y así la concibe. No siente, aseguró, temor a que el premio lo eclipse como autor y afirmó con rotundidad que la muerte le alcanzará con escribiendo.
Sorprendido por la distinción sueca y arrastrado por una corriente que le lleva de entrevista en entrevista y de felicitación en felicitación habla de su última novela con la que rinde homenaje a Roger Casement héroe muy poco reconocido en su país, Irlanda, que fue diplomático en Congo y denunció la situación de explotación a la que sometían los colonizadores, en este caso los belgas con su rey Leopoldo II a la cabeza, a sus colonizados. Y posteriormente, la misma situación en Amazonía.
Mario Vargas Llosa, miembro también de la Real Academia Española además de la peruana, aseguró que el trabajo de documentación de esta novela le ha supuesto una de las mejores experiencias porque no sabía nada de su protagonista ni de su país de origen. Y constató, con sorpresa, que en Congo apenas nadie le recordaba.
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