El meteorólogo de
Castellón Paco Pastor, envió el 17 de enero una carta de
lector al director del diario El País en su edición
digital, que se convirtió en fenómeno de masas. Más de
500.000 personas leyeron esa queja dolorida y se sintieron
representados con ella. Luego siguió difundiéndose por
Twitter y Facebook de modo imparable, hasta provocar que le
pidieran convertir su carta en un libro de cien páginas.
Y eso es lo que el
hombre ha hecho a solicitud de Ediciones B: transformar su
carta de ciudadano anónimo que deja de serlo, para exponer
con más datos y argumentos el escándalo y la indignación
de la gran mayoría de los españoles, ante la situación
crítica del país. El libro se titula Siempre pagamos los mismos.
Este ciudadano
concienciado expone, sin pelos en la lengua o mejor sin
cautelas temerosas, lo que día a día sienten y padecen los
de a pie, los paganos de los impuestos, convertidos en
súbditos incómodos e inevitables.
Pastor esboza su
diatriba en seis puntos muy claros: Los verdaderos culpables,
los políticos, el dinero, soluciones y derroches, la sanidad
y la educación.
Y aunque se remonta a
los orígenes en los EE.UU con los Lehman Brothers,
Mooody´s, Fitch y Standard & Poor´s allá por 2008,
enseguida aterriza por aquí y señala las burbujas
inmobiliarias y financieras con las que España construía
viviendas para toda Europa, segura de venderlas.
El análisis que hace
del estado de la cuestión y de la desesperación del
noventa por ciento de la población, es sin duda
irreprochable y suscribible. Por eso tanta gente lo ha
asumido como su cuaderno de quejas, al modo de los que se
escribieron antes de la Revolución Francesa de 1789.
Tras acabar de leerlo,
me queda un sabor agridulce, una melancolía inevitable como
de constatación de lo que sabemos de siempre y no
acertamos a cambiar.
Pero a mi,
especialmente, me afecta mucho lo que en las páginas 37,
38 y 39 se dice sobre que “los que mandan se creen
que el resto de los mortales somos tontos…”.
Los razonamientos que
se exponen me hacen pensar que “ellos sí que saben”…
Si no, ¡cómo es
posible que todo siga así, casi igual que siempre? La
mayoría silenciada y adormecida por los medios de
comunicación y la publicidad gubernativa, siempre tiende a
ser rebaño de corderos camino del matadero, o al menos,
pasivos y obedientes en el redil.
El miedo a perder lo
exiguo que nos queda, nos tiene a todos paralizados y
temerosos, solicitando que nos perdonen por quejarnos, por
señalar nuestras carencias, por pedir que nos condonen
deudas…
¿Cómo así vamos a
conseguir algo?
Un diagnostico tan
acertado sobre los males de la nación, peca sin embargo de
ingenuidad en las soluciones, en las que se concreta poco.
Y eso mismo es lo
que advierto en las últimas páginas del libro: que no
tenemos muchas salidas, si no espabilamos. Hay que movilizarse
global y cívicamente, con las instituciones y las
organizaciones que sean, pero no podemos esperar que ellos,
los responsables y culpables de la crisis, vayan a mover ni
una coma. ¡A ellos les conviene esto, por eso lo
provocaron y como estamos viendo, también sacan tajada!
Siempre estarán contra nosotros, que somos los tontos del paseo
y los que pagamos indefectiblemente.
Ellos mandan y los
demás obedecemos.
Hay que pergeñar una
resistencia pasiva y cívica, una negativa a pagar los
cristales rotos. Nosotros no los hemos quebrado y pagamos
los impuestos. ¡Que los paguen ellos también! Hay que hacer
imposible la evasión fiscal con las empresas interpuestas y
las triquiñuelas legalistas. ¡Que Hacienda seamos todos, de
verdad! Y si los políticos elegidos por nosotros no nos
respaldan, exigiremos su cese o dimisión… ¿Para qué
están en el Parlamento, además de para subirse los sueldos
y defender sus privilegios? No queremos tolerarlo más.
Luis Conde
En mi opinión, desde hace siglos tenemos un núcleo de poder político, funcionarial, económico y religioso incompetente, corrupto y avaricioso, aferrado a las instituciones como si fueran suyas y no de los ciudadanos, es decir, que ni entienden ni aceptan lo que significa realmente la democracia. Para este núcleo duro de poder, de unas pocas miles de personas (a muchas de las cuales, se las puede ver desfilando por la tribuna y los palcos de lujo del Bernabeu), el resto de los ciudadanos somos meros sirvientes de su bienestar, y disfrutan y promueven (sin demasiado esfuerzo, creo yo) la ignorancia de los españoles como manera de perpetuarse indefinidamente.
ResponderEliminarHe pasado media vida viajando y viviendo en Latinoamérica, y me es muy triste constatar, que social, política y económicamente, cada vez estamos más cerca de las repúblicas bananeras, donde la corrupción es un cáncer incurable, y un pueblo en general inculto y entretenido con nimiedades, es incapaz de entender lo que le sucede y por ello, incapaz también de cambiar las cosas.