Por Merche Rodríguez
Ni un diario, ni un retrato de la
sociedad madrileña de finales de los años 70 y principios de los
80, ni un ajuste de cuentas y sin embargo “Creímos que también era mentira”, novela póstuma de Elena Figueras, es todo eso pero
no lo es. Realmente es la historia de Ana Cervera, el alter ego de la
autora, de cómo se conoció a sí misma, de cómo dejó de
reconocerse y de su propia reconciliación. Todo ello enmarcado en
unos años en los que la libertad se transformó en bandera de causas
nobles pero también dañinas, huyendo del letargo y la gazmoñería
de años previos.
Y la primera frase del libro, publicado
por la editorial Caballo de Troya, es un compendio de intenciones:
Franco ha muerto. Desaparecido aquel hombre pequeño de aguda voz al
que no le temblaba el pulso a la hora de firmar sentencias de muerte,
España se desperezó y con el país lo hicieron los jóvenes de la
época, entre ellos Ana Cervera. Una chica rubia, de familia tirando
a bien que vive en un permanente quiero y a veces no puedo. Una
adolescente cercada por los cánones dictatoriales de la estética,
de imaginación desbordante y ramalazos autodestructivos. Compleja y
magnética.
Para cualquier madrileño de más de
cuarenta años la novela de Figueras es un recorrido por su juventud.
Los ambientes cool en los que la droga corría tímida al
principio y libremente, después. Es una visita a algunos de los
puntos emblemáticos del Madrid de la famosa movida, pero también de
la sociedad selecta, habitante de la zona alta del Paseo de la
Castellana. Una historia de niñas pijas, hijas de señores
pudientes, y de otras niñas, hijas del pijerío de medio
pelo. Y al que no sea madrileño, o tal vez no haya superado los
cuarenta, el libro le descubrirá una época, ya mítica, con un
tinte personal e intransferible, el de la propia autora. Ella lo
cuenta como lo vivió, porque estuvo allí.
Una primera y última novela a la que
se le pueden achacar fallos de estilo, me dicen. ¡Hay tantas así!... Pero un buen
lector, acostumbrado desde hace años a tener que desdeñar libros
supuestamente excelsos, no verá, no debería ver, si falta alguna
coma o la concordancia es la correcta. No merece la pena que descienda a esas cotas de purismo.
“Creímos que también era
mentira” es mucho más que eso. Es una historia tremendamente
íntima, escrita por la autora en sus últimos meses de vida.
Descarnada, valiente y sincera. Te lleva de la mano, manteniendo el
ritmo narrativo hasta que no puede más y se desborda. Todo eso en una primera novela.
Elena Figueras, los que la conocimos,
quisimos y respetamos lo sabemos, era, ante todo, generosa. Y una
última vez lo vuelve a ser, en esta ocasión con el lector, al
desnudarse como pocos autores se atreverían a hacerlo. Y su vida se
puede permitir el lujo de convertirse en novela porque se mezcló con
la de íconos de aquellos años: arquitectos, cantantes, actores,
directores de cine... hacedores de la Cultura que hemos heredado y de
la que Elena Figueras también participó, es más, fue coautora.
En “Creímos que también era
mentira” se descubre por qué la vida nos conduce por un camino
cuando se suponía que el que teníamos que seguir era otro, el mismo
que nos conduce a un punto en el que sí o sí tenemos que
reconocernos ante nosotros mismos. Una tesitura a la que no
cualquiera sabe enfrentarse, porque hay que ser muy honrado y
coherente consigo mismo para afrontarla.
Y después está Elena, la que fue
directora de comunicación de Casa de Modas Sibyla, jefa de prensa en
Random House Mondadori y Punto de Lectura. La que publicó “Banquete mileurista” en Ese Ediciones y “Bueno, bonito y barato” en
Debolsillo, además de la lenguaraz y divertida presentadora del
espacio gastronómico “Cocina para torpes” en la electrónica
Nueva Televisión.
Elena Figueras no era apta para todos
los públicos. Ni falta que le hacía, le añado yo...
Foto de Elena Figueras ©Amaya Aznar
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