Por Merche Rodríguez
Nuria Roca y Juan del Val,
Juan del Val y Nuria Roca tanto monta de cara a su
segundo trabajo editorial, “Lo inevitable del amor”, publicado como en anteriores ocasiones
por la editorial Espasa. Un matrimonio, dos personas y un mismo
autor, así, en genérico. Y casi parecería el título de una obra
teatral pero es lo que define la autoría de esta novela que narra la
historia de una arquitecta que parece llevar un vida idílica,
asentada en un matrimonio bien avenido, de puertas afuera, y de
economía más que saneada. Pero nada es lo que parece.
Narrada desde una perspectiva femenina,
en una primera persona que recuerda a Cincuenta sombras de Grey (Plaza y
Janés), pero no tan asfixiante como para que no te dé tiempo a asimilar lo que
cuenta la pobre Ana cuando ya te está transmitiendo la siguiente
sensación. María, que es así como se llama la protagonista del
matrimonio autor, es más reposada y aunque su cabeza también parece
ir a mil, es mucho más serena que la joven rendida ante los encantos del
empresario sádico y topicazo.
Y como casi todo en los tiempos que
corren, nada es lo que parece. Ni María tiene un marido ejemplar,
tampoco lo es ella (aunque cabría preguntarse qué es ejemplar hoy en
día), ni los clientes de su estudio de arquitectura son lo que dicen
que son, ni el negocio va tan bien. Un vodevil al que solo le faltan
los números musicales.
Pero su lectura sí es amable, algo muy
de agradecer. Divertida a ratos, entrañable de ternura casi infantil
otros, pero amable. Y no es algo que desmerezca el trabajo de Roca y
del Val, ni mucho menos. Una novela no es solo la cantidad de
hojas que haya entre una portada y una contraportada, en ellas tiene
que haber una historia con un desencadenante, una evolución y un
desenlace, y en ese camino formado por tres conceptos se encuentra la
clave para que un lector cierre un libro o siga pasando hoja tras
hoja hasta llegar al final.
Y salvo las reflexiones de los grandes
popes de la intelectualidad, el público hoy se inclina
mayoritariamente por lecturas que no le provoquen más angustia de la
que ya vive a diario. En ese sentido, Lo inevitable del amor cumple
con creces su cometido. Y se nota la mano de Juan del Val en el orden
de la historia en sí misma, no hay un cabo suelto, el lector obtiene
respuesta a todas las cuestiones que le suscita la novela. No en vano,
él es guionista de televisión, además de redactor, productor y
director de programas.
Pero sí hay algo que reprocharle al libro y no es otra cosa más que la tímida incursión en el tema sexual,
revivido literariamente en los últimos meses, porque es un género
que siempre ha existido. Y una se pregunta: si Nuria Roca tuvo la
desfachatez de hablar sobre ello con desparpajo y simpatía en
Sexualmente, planteando situaciones tan divertidas para unas mentes, como escandalosas para otras, ¿por qué en Lo inevitable... se
cortan? Al menos, es la sensación que deja; como el que sabe que tiene que incluir una ración de sexo. Lo hace, y a otra cosa, mariposa. Misterios editoriales.
Aun así, el libro debería hacerse un
hueco por derecho propio. Si la literatura tiene como uno de sus objetivos la
evasión, Lo inevitable... lo
consigue de sobra. Lectura amable para tiempos ásperos y luego ya se
impondrá la realidad, pero mientras tanto... evadámonos y si es con
una sonrisa, mucho mejor.
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