jueves, 7 de octubre de 2010
La maestría en la contención de las emociones
La literatura sudamericana que se recrea en la magia se mueve, en ese género, con la sencillez de lo complejo aparentemente fácil. Y en ese campo hay joyas que se publican con cierta periodicidad. “Un padre de película” de Antonio Skármeta, es un ejemplo, definida por el propio autor como dulce, casi melancólica que esconde una gran marejada de fondo.
En apenas 150 páginas los personajes se revelan como seres que han sufrido los rigores de la vida con los que siguen avanzando a la vez que van tomando decisiones que conducen a un final inesperado y todo parte de una temática sencilla: Jacques es maestro en un pequeño pueblo chileno, en el que vive con su madre. Pensaba que su padre, que les había abandonado años atrás, vivía en Europa hasta que le descubre, viviendo y trabajando, en una ciudad cercana.
En una atmósfera que podría resultar asfixiante y no lo es, en una situación que podría resultar surrealista y se hace casi onírica, Skármeta ofrece al lector una novela de emociones profundas, de giros, de contenidos que no existen pero se intuyen y que, el destinatario final, tiene que completar.
Desde el propio título “Un padre de película” todo puede ser visto como lo que parece o... no. La novela, publicada por la editorial Planeta, recuerda el ambiente de otra del mismo autor: El cartero de Neruda en la que los personajes se hacen cercanos, el lector entra de lleno en sus pensamientos y les descubre, casi, desde dentro.
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