Por Merche Rodríguez
Perseguir, alcanzar y fracasar. Podría
parecer la máxima más mínima de una derrota y, sin embargo,
fracasar es un hecho positivo e incluso “merece un aplauso, porque
significa que lo has intentado”. Son las palabras de Javier Iriondo que se define a sí mismo como “un soñador incurable y
sin remedio, un aprendiz que intenta aportar soluciones en vez de ser
parte del problema y lo que verdaderamente me importa son mis propios
pensamientos, lo que yo siento y percibo de mí mismo”, asegura.
Visto así suena a egolatría
insuperable y, sin embargo, cuando ese mensaje se encaja en el
contexto preciso, la definición cobra un sentido diferente. Javier
Iriondo, autor de Donde tus sueños te lleven (Editorial Oniro) llego a la élite del deporte durante los años 80 en
Estados Unidos, como profesional del Jai Alai, un juego de pelota
vasco. Alcanzó la cima, profesional y personal, y cuando lo había
conseguido todo, de igual manera lo perdió y se perdió.
En él ha volcado, en forma de relato,
sus experiencias, primero en el mundo del marketing, en el que
trabajó después de su paso por el deporte, y después como
conferenciante durante ocho años como coach. “Soy
la persona con mayor número de fracasos”, dice de sí mismo a la
vez que asegura que nuestro pasado no determina nuestro futuro, de la
misma forma “que la estela de un barco no marca el rumbo que
sigue”. Por eso, asegura que “si quieres conseguir algo que no
has conseguido hasta ahora, tienes que convertirte en la clase de
persona que no has sido hasta ahora. Todos -dice Iriondo- tenemos que
evolucionar, cambiar, dejar de lamentarnos...”.
"Uno no está aquí para demostrar nada a nadie, salvo a uno mismo"
Charlo
con él en un céntrico hotel madrileño con motivo de la publicación
de su libro y acude a la cita vestido como un gentlemen
moderno, con chaqueta de tweed
con motivos de pata de gallo, pantalón y camisa en el mismo tono
negro. Alto, delgado y con un rastro de cansancio crónico en el
gesto, huella de su pasado, que entra en clara contradicción con su
actitud a la hora de hablar sobre su relato.
Iriondo
es una cascada de palabras. Como el que no se puede contener aunque
no sé si es consciente de que sus reflexiones chocan contra un muro
invisible y poderoso, herencia de nuestra cultura cristiana que
gravita alrededor del sentimiento de culpabilidad, el que nos impide
ser merecedores del aplauso y reconocidos como hombres y mujeres de
éxito por haber querido enriquecernos con nuestro propio esfuerzo.
La usura ya era en la Edad Media considerada pecado. Hoy lo “es”
por mera lógica social, sus efectos son devastadores incluso para
los propios usureros.
Pero
Iriondo, que se hizo adulto en el mundo anglosajón, no atiende a
esas razones y su mensaje es otro, el mismo que le ha llevado a él a
triunfar nuevamente. “No tenemos que imitar a nadie, pero tenemos
que evolucionar dentro de nuestro propio núcleo y escuchar nuestra
propia voz, que es la más importante” (para escuchar al autor hacer clic aquí).
Javier Iriondo que ha impartido numerosas conferencias como emprendedor suele repetir una misma pregunta ante su auditorio: “¿Tú piensas que ya eres todo lo que puedes llegar a ser, que no puedes cambiar nada, en tus hábitos, en tus comportamientos...?”.
Javier Iriondo que ha impartido numerosas conferencias como emprendedor suele repetir una misma pregunta ante su auditorio: “¿Tú piensas que ya eres todo lo que puedes llegar a ser, que no puedes cambiar nada, en tus hábitos, en tus comportamientos...?”.
El
destino como futuro inapelable se vacía de contenido en su discurso
siempre que se atienda a una condición, la “de cambiar, tiene que
salir de dentro de uno mismo” y enlaza con el que él considera
“uno de los mayores problemas de la sociedad: no darse cuenta del
potencial que tiene porque la han machacado”. Como el que asume que
todo va a ir a peor, después de escucharlo una y mil veces por lo
que terminará anticipándose a su propio futuro y se instalará en
lo que Iriondo denomina como “el club del pesimismo, que tiene
tantos seguidores como el de la queja”.
Termina
rotundo afirmando: “Uno no está aquí para demostrar nada a nadie,
salvo a uno mismo y cada uno está aquí para satisfacer sus propias
expectativas, la voz más importante que tienes que escuchar es la
tuya propia”. Y que cada uno lo interprete a su manera y extraiga
las conclusiones que mejor pueda aplicar. Como el que ve el vaso
medio lleno o medio vacío...
El libro de Javier Iriondo cuenta con prólogo de Pablo Motos. Si quieres saber qué empujó al presentador a escribir esa introducción puedes hacer clic aquí.
El libro de Javier Iriondo cuenta con prólogo de Pablo Motos. Si quieres saber qué empujó al presentador a escribir esa introducción puedes hacer clic aquí.
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