Por Luis Conde
La novela finalista del último Premio Planeta, "La vida imaginaria", es un relato
desenfadado y divertido, aunque a ratos se ponga reflexivo y
adusto, contando desenlaces amorosos o desencuentros algo
previsibles.
La autora, Mara Torres, con dos
libros anteriores de no ficción, recala con este por
primera vez, en el mundo novelesco. Y lo hace con una
historia medio burlesca, medio romántica, medio quejica…
Empieza asegurando que la vida es una mierda.
Que yo no digo siempre, digo ahora. Que yo no digo que
la vida sea una mierda desde que nací, yo digo estos
días, estas semanas, estos meses.
Y como la primera edición es de
noviembre de 2012, viendo la deriva de la sociedad española,
a lo peor vamos a tener que ampliar la apreciación a
estos años.
Pero, entretanto, la protagonista
que trabaja como publicista en una agencia, vive sus
peripecias amorosas y nos las cuenta con desparpajo. Ella es
un tanto depresiva y algo impresionable, pero tiene mucha
imaginación y todo lo transforma en fugas a ninguna parte.
En la presentación ante los
medios el día que el libro se ponía a la venta, la
autora dijo que el personaje dormía en un cajón y que lo
sacó para hacer esta novela. Que tiene reminiscencias de la
homónima de Galdós, aunque no tan entregada y disponible.
Esta es más ligh, más de estos tiempos nuestros tan
versátiles. Que hace con ella lo que quiere y que le
resulta muy útil. Que le han dicho que tanto mujeres como
hombres, se identifican mucho con ella.
La inventó para que la acompañase
cuando estaba sola y que la ha hecho pública cuando ya no
lo estaba. Ahora no la necesita, pero le da juego.
La novela está escrita con frases
cortas y bastante mordaces, la autora no se corta en el
uso del lenguaje coloquial. Mezcla lo real con los sueños,
así como lo cómico y lo serio.
Cuando Nata se ve abandonada por
su amor Beto, se hace muchas preguntas y recorre su vida
hasta ese momento. Se cuestiona lo que hizo y si fue bueno
o malo para la relación amorosa.
Y como tiene que seguir viviendo,
se inventa otra realidad paralela a la que vive como
superviviente. Y entre esos dos mundos, la novela discurre en
sus veinte capítulos y doscientas cincuenta y dos
entretenidas páginas.
Los lectores discriminarán si son
de autoayuda, de diversión o de pasatiempo.
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