Por Merche Rodríguez
Los casos de corrupción moral,
política y económica que sazonan día sí y día también los
medios de comunicación son el resultado de una queja social macerada
durante años. Las redes sociales han sido el detonador, tímido en
un primer momento, hasta que la protesta ya se ha hecho palmaria
después de perder el miedo a la hora de denunciar situaciones
lacerantes o, directamente, injustas.
Y la Literatura, que históricamente
ha sido precursora de este movimiento reivindicativo, sigue jugando
ese papel. Aunque a veces es tan directa que se arriesga a pasar por
osada. Un ejemplo es la novela, 24 horas de un periodista desesperado, de Pablo Vilaboy, cuando lo que hace es plasmar una
realidad conocida por el propio autor: la de su oficio, el
periodismo, y sus miserias. Pero lo hace en forma de sátira dejando
hueco para una historia de amor entre dos hombres. Demasiado para un
único volumen...